Durante más de un siglo, las montañas rusas han sido un elemento básico de los parques de diversiones y han ofrecido emoción llena de adrenalina a millones de personas. Pero los gigantes del acero modernos que conocemos hoy no aparecieron de la noche a la mañana. Su historia es una de innovación gradual, desde comienzos humildes hasta hazañas de ingeniería que desafían la física.

Desde los toboganes de hielo rusos hasta los primeros prototipos franceses

Los primeros precursores reconocibles de las montañas rusas surgieron en la Rusia del siglo XVII. Estos no eran los paseos suaves y ondulantes de hoy; en cambio, eran colinas cubiertas de hielo, que a veces alcanzaban los 80 pies de altura, montadas en carros con ruedas con ranuras de acero para mantenerlos en el camino. Estas “Montañas Rusas” eran una novedad estacional, accesibles sólo durante el invierno o con una cuidadosa construcción en verano.

El concepto se extendió a Francia a principios del siglo XIX, siendo Les Montagnes Russes à Belleville uno de los primeros intentos de replicar las atracciones rusas. Estas primeras versiones francesas utilizaban vagones con ruedas asegurados sobre vías, aunque su popularidad disminuyó a mediados de siglo antes de un resurgimiento más tarde en el siglo XIX. Estas atracciones no se trataban sólo de emociones; representaron un cambio en las actividades de ocio, aunque el acceso siguió estando limitado en gran medida a la élite.

El auge de la accesibilidad y la influencia estadounidense

Se produjo un punto de inflexión con la apertura de los Jardines Tívoli en Copenhague en 1845. Este parque hizo que las montañas rusas fueran accesibles para la clase media, popularizando la atracción más allá de los ricos.

En Estados Unidos, la historia dio otro giro con la reutilización de los ferrocarriles de gravedad utilizados en las operaciones mineras de Pensilvania. Estos ferrocarriles, construidos inicialmente para transportar materiales cuesta abajo mediante gravedad, pronto fueron reutilizados para viajes públicos durante los períodos de baja producción. Este movimiento empresarial sentó las bases para la industria de las montañas rusas en Estados Unidos.

LaMarcus Adna Thompson, a menudo llamado el “padre de la montaña rusa estadounidense”, construyó sobre esta base en 1884 su ferrocarril de curvatura por gravedad en Coney Island, Brooklyn. Su recorrido contó con una pista simple de 600 pies y carros con forma de banco, lo que se convirtió en una sensación instantánea. La competencia siguió rápidamente, con Phillip Hinkle introduciendo la primera montaña rusa de circuito completo en 1885, incluyendo una colina para elevar a los pasajeros antes de la caída.

La edad de oro y los avances tecnológicos

A finales del siglo XIX y principios del XX se produjo una “Edad de Oro” de las montañas rusas de madera. Thompson patentó agresivamente sus diseños, agregando elementos escénicos y túneles para mejorar la experiencia. Los recorridos se hicieron más grandes, las caídas más pronunciadas y las curvas más cerradas. El ciclón de Coney Island, construido en 1927, es un testimonio de esta época y todavía funciona hoy en día con velocidades de hasta 60 mph.

Sin embargo, la Gran Depresión detuvo este rápido crecimiento. Los parques de diversiones tuvieron problemas y el desarrollo de montañas rusas se estancó durante décadas. Sin embargo, incluso durante esta crisis se produjeron importantes innovaciones.

La Revolución del Acero y la Segunda Edad de Oro

En 1959, Disney cambió el juego con Matterhorn Bobsleds en Disneyland. Esta atracción utilizó orugas de acero en lugar de madera, lo que abrió nuevas posibilidades de diseño. El acero permitió bucles, sacacorchos y elementos más complejos que antes eran imposibles.

La década de 1970 marcó un resurgimiento con la inauguración de The Racer en Kings Island, donde los trenes corrían entre sí en vías dobles. Esto marcó el comienzo de una “Segunda Edad de Oro”, en la que los ingenieros superaron los límites de la construcción de acero. Las caídas se hicieron más pronunciadas, los giros más cerrados y los paseos se hicieron más grandes.

Era moderna e innovación híbrida

Hoy en día, las montañas rusas siguen evolucionando, batiendo récords de altura, velocidad y complejidad. La introducción de montañas rusas híbridas, que combinan pistas de acero con soportes de madera, amplía aún más las opciones de diseño. La última generación de montañas rusas, como la Falcon’s Flight actualmente en construcción en Arabia Saudita, redefinirá los extremos con alturas que alcanzarán los 640 pies y velocidades de 155 mph.

A pesar de la naturaleza de estas atracciones que inducen adrenalina, las montañas rusas son estadísticamente más seguras que muchas otras actividades. Los sistemas de seguridad modernos, incluidos los sistemas de retención y bloqueo de los asientos, garantizan un riesgo mínimo. La probabilidad estimada de sufrir una lesión es aproximadamente de una entre 15,5 millones de viajes.

La historia de la montaña rusa es un testimonio del ingenio humano, que constantemente supera los límites de la emoción y la ingeniería. Desde los humildes comienzos en los toboganes de hielo rusos hasta las atracciones que baten récords en la era moderna, la búsqueda de la emoción continúa impulsando la innovación en esta forma duradera de entretenimiento.